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NILO BLANCO

En un tronco ahuecado a modo de piragua atravesamos uno de los brazos del Nilo Blanco. Rio caudaloso que contiene islas fértiles ocupadas por una comunidad que vive en armonía compartiendo todo, utensilios, mantas, instrumentos y colaborando en las milenarias rutinas diarias. Es territorio de los “Mundari”, pastores nómades del Nilo. Por la mañana, poco a poco, las vacas son liberadas y lentamente se dirigen a pastorear dentro de la isla. Los niños se encargan de juntar el estiércol y prender las hogueras. Ellos nacen y crecen entre el ganado, se alimentan de su sangre y leche, se asean con su orina. Temprano, se los ve abrigados con mantas, cubiertos de ceniza, acicalándose. Al atardecer, cientos de vacas Ankole regresan al campamento llamadas por el sonar de tambores. Van entrando a la niebla, al polvo y al humo producido por las hogueras de estiércol. Cada vaca tiene su lugar y atadas a una pequeña estaca se agrupan alrededor del fuego. Los hombres jóvenes encargados de su cuidado, las masajean meticulosamente con cenizas, hasta sus grandes cornamentas, para protegerlas de los insectos, en una ceremonia de total intimidad. Son vacas sagradas, intermediarias entre ellos y sus Dioses. El sustento de los Mundari, su posición social y dote para formar una familia depende de ellas. Esto sucede en Sudan del Sur, el país más joven del mundo y también uno de los más pobres. Padecen una guerra interminable y las rivalidades tribales ancestrales persisten aún hoy. Según datos de Naciones Unidas, más de dos millones de personas han sido desplazadas y otros tantos han muerto. Vimos realidades desconocidas, no difundidas, escondidas. Este pueblo orgulloso, mayormente pacífico y hospitalario, es la tribu más resistente al cambio de los grupos nilóticos cercanos a Juba.  Sobrevive con su cultura milenaria en transición, hacia una cultura más sedentaria y occidentalizada.                                                                                     Ana María Robles   

WHITE NILE In a hollowed out trunk like a canoe we crossed one of the arms of the White Nile. A mighty river that contains fertile islands occupied by a community that lives in harmony sharing everything, utensils, blankets, instruments and collaborating in the ancient daily routines. It is the territory of the "Mundari", nomadic shepherds of the Nile. In the morning, little by little, the cows are released and slowly go to graze inside the island. The children are in charge of gathering the manure and lighting the bonfires. They are born and grow up among cattle, they feed on their blood and milk, they clean themselves with their urine. Early, they are seen wrapped in blankets, covered in ash, preening. At sunset, hundreds of Ankole cows return to the camp called by the sound of drums. They are entering the mist, dust and smoke produced by the dung fires. Each cow has its place and tied to a small stake they group around the fire. The young men in charge of their care, meticulously massage them with ashes, even their large antlers, to protect them from insects, in a ceremony of total privacy. They are sacred cows, intermediaries between them and their Gods. The livelihood of the Mundari, their social position and dowry to start a family depend on them. This is happening in South Sudan, the youngest country in the world and also one of the poorest. They suffer from endless warfare and age-old tribal rivalries persist to this day. According to United Nations data, more than two million people have been displaced and many others have died. We saw unknown, undisclosed, hidden realities. These proud, largely peaceful and hospitable people are the most resistant to change among the Nilotic groups near Juba. It survives with its millennial culture in transition, towards a more sedentary and westernized culture.
Ana Maria Robles

White Nile - March 2023